Especial: El Bosque, la comunidad mexicana que el mar borró, pero no venció
Por José Gabriel Martínez y Ricardo Montoya
TABASCO, México, 6 nov (Xinhua) -- Donde antes se escuchaban las redes de los pescadores y el bullicio de los niños en la escuela, hoy solo se oye el rugido del mar y se ve cómo las olas cubren lo que alguna vez fue El Bosque, una pequeña comunidad de pescadores en la costa del estado de Tabasco (sureste), reconocida oficialmente como la primera en México desplazada por la crisis climática.
Las imágenes son elocuentes: el mar avanzó sin tregua, devorando calles, casas, un hospital y la cooperativa pesquera.
"Esa es la casa de mi vecino, que se la llevó el año pasado. Había una calle, y del otro lado una hilera de casas. Todas se las llevó", recuerda Cristina Pacheco, mientras observa el horizonte donde antes estaba su hogar.
El proceso comenzó en 2017, cuando los habitantes notaron cómo la línea costera retrocedía cada temporada. Lo que al inicio parecían mareas inusuales se convirtió en un fenómeno imparable. En pocos años, el mar penetró más de medio kilómetro tierra adentro y para 2024 el poblado había desaparecido casi por completo.
"Nos dio tristeza, de verdad. Tanto, tanto por mi gente... ya no puedo decir mi casa porque, pues no hay igual casa ajena que la propia", lamentó Aglisa Arias, desplazada junto con decenas de familias.
El reconocimiento de El Bosque como comunidad desplazada climáticamente marcó un hito jurídico. Por primera vez, el Estado mexicano reconoció que un grupo de personas había sido forzado a abandonar su territorio por causas directamente vinculadas con el cambio climático.
Este caso sienta las bases de cómo México se está preparando para afrontar y adaptarse a la crisis climática, explicó Nora Cabrera, directora de la organización Nuestro Futuro.
"El Bosque no solo representa una tragedia, sino también un símbolo de esperanza y resiliencia: una comunidad que pasó de verse como víctima a considerarse campeona climática", añadió.
A lo largo de siete años, los habitantes de El Bosque se enfrentaron a la incertidumbre y al desarraigo. Sin embargo, su historia dio un giro cuando en 2023 el gobierno estatal, junto a organizaciones civiles, inició su reubicación en un nuevo territorio, unos kilómetros tierra adentro.
Allí, 51 familias han comenzado a reconstruir su vida, mientras una decena sigue en proceso legal para acceder a una vivienda.
"Nosotros necesitamos ya urgente que nos ubiquen. Ya no es para mañana, ya esto nos arrebató", dijo con voz firme Guadalupe Cobos, desplazada que ha emergido como líder comunitaria y vocera de El Bosque para la defensa de los derechos de los damnificados y búsqueda de soluciones integrales a sus necesidades.
Para Cabrera, el reconocimiento jurídico de este tipo de desplazamientos representa un cambio de paradigma.
"Dentro de la movilidad humana forzada existe una categoría vinculada a la crisis climática. Estas personas deben reubicarse porque su territorio se vuelve inhabitable", explicó.
Según el Banco Mundial, México podría tener hasta tres millones de desplazados internos por motivos climáticos hacia 2050. Los más vulnerables son quienes viven de la pesca artesanal y habitan zonas costeras bajas, como El Bosque.
El caso ya inspira a otras comunidades en riesgo en el golfo de México y el Pacífico mexicano. Las organizaciones acompañantes promueven que la política nacional de adaptación climática incluya un capítulo específico sobre reubicación y movilidad humana forzada.
"Cuando llegamos, fuimos testigos de cómo, tal como lo predecía la ciencia, las familias iban perdiendo sus casas: un año desaparecía una línea de viviendas, al siguiente otra", recordó Cabrera.
"No solo se perdió el territorio, sino todo lo que hace funcionar a una comunidad: la escuela, el kínder, el comedor comunitario, la cooperativa de pescadores", añadió.
En su nuevo asentamiento, los habitantes de El Bosque intentan mantener viva su identidad. Algunos han vuelto a pescar, otros trabajan en proyectos comunitarios impulsados por las organizaciones civiles.
"Por lo menos tener estable (un lugar) donde vivir... y para comer. Pero que estemos seguros", comentó Rubicela Mayoral, otra de las desplazadas, con una sonrisa esperanzada.
El Bosque fue devorado por el mar, pero sus habitantes no se dejaron vencer. Su historia, convertida en precedente, recuerda que el cambio climático no es una amenaza lejana, sino una realidad que exige respuestas urgentes y humanas. Como dicen los propios desplazados: "Somos los primeros en hablar de este tema, pero no seremos los únicos ni los últimos".
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